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jueves, 24 de febrero de 2011

El muchacho

Ayer se plantó delante mía, el pelo revuelto y estos grandes ojos marrones, llenos de vida.
Hacía veinte años que no lo veía tan de cerca, tan próximo.
Nos fundimos en un abrazo, y volvimos a ser uno.

Lo recuerdo bien: ese chaval que no podía ni subir la cuerda del gimnasio, que siempre
se quedaba atrás, hasta que un día tuvo el tiempo a su favor, y no en contra,
y siguió corriendo...

Incluso cuando todos sus compañeros se habían parado, exhaustos, él seguía corriendo,
detrás de uno que jugaba de ala pivot en el equipo de baloncesto, y que sólo le sacaba
200 metros de ventaja...

Y siguió corriendo, no por darle alcance ni por ganar,
sino porque era feliz de estar vivo y corriendo...
libre... igual que un lobo...

Ayer aquel muchacho volvió a correr conmigo...

miércoles, 16 de febrero de 2011

El Camino del Indio



Pueblo antiguo, no te olvides de tus guerreros,
los más valientes y capaces, los que vinieron a trabajar mundos nuevos.

En tu cara están marcadas las curvas de ese camino de piedras,
en tus ojos llevas la luna que te alumbra por las noches,
en tu alma la luz del sol que susurra a las tierras al pie de las montañas.

Mas tu corazón está al mismo tiempo en dos lugares,
cada uno en un extremo de los mares.
Has venido para cuidar a tus hijos,
pero el linaje de tu sangre te duele desde lejos.

Obedece a tu espíritu, no sientas desazón:
pues en cada empresa pones alma y corazón.
Vuelve o quédate, en buena hora,
y no temas, pues la Señora de la Montaña os protege ahora.

- Dedicado a mis amigos de allende los mares, porque la morriña no es un sentimiento gallego, también la siente quien cultivaba sus tierras bajo la mirada altiva del Cotopaxi...



lunes, 7 de febrero de 2011

Pasaje


Relajado, me concentro, y una lengua de fuego me llama:
susurra más allá de mi oído interno, detrás, en un rincón olvidado del cerebro.
Me mareo y paso directamente, sin preámbulos:
la Señora de la Llama me ha traído al tiempo del fuego.

Una silueta femenina de largos mechones negros se balancea, frente a mí,
adelante y atrás, adelante y atrás, agitada desde atrás por otra silueta de mujer,
como un sonajero pretérito capaz de distraer
a ese niño egoísta e insaciable: Dolor.

Son ellas. He vuelto. Tiempo atrás, desde que conocimos el fuego, existen.
Son la mujer medicina y su paciente. Son la partera y la que ha de parir.
Siguen un patrón rítmico, creando una imagen del subconsciente.

Entonces, la oigo: la lengua del fuego, que
me habla con palabras que no pueden ser pronunciadas
por garganta humana. Me es dado traducirlas, y al pronunciarlas,
completo el patrón. El ritmo sigue, yo estoy en mi sitio, cerrándolo cuando sale.

Ahora yacen, exhaustas tras volver del pasaje.
El silencio se cierra y la lengua de fuego crepita.
La Señora nos concede el descanso.