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domingo, 30 de octubre de 2011

Escrito en el hielo

Superficie del Lago Subglacial Vostok, Antártida


Destierra a tu amante, ese viento gélido y glacial.
Ese que en las tardes de lluvia, y en las mañanas de sol, te acompaña.
Allí, donde no hay vecinos.
Es lo más fácil, lo sé. Pero tú no eres fácil, ni yo tampoco.
Elegimos siempre la senda oscura, el camino embrozado,
porque ese es el que hay que recorrer.
Vuelve a tu camino, búscate, alégrate, siéntete.
No dejes nunca de buscar. 
Más allá de la voz del viento, está tu libertad.
No te refugies, sino en tu alma.
No te escondas, sal al mundo, re-encuéntrate en la mirada y la voz de los demás.
No vuelvas atrás, por nada ni por nadie.
Es tu libertad, tu vida, tu risa, tu sonrisa, lo que hace girar el mundo. 
Tu mundo. Re-correlo. Conócelo.
Y si te pierdes, recuerda donde tienes una mano a la que agarrarte y correr.
Seguro que, si lo piensas, tienes más de una.
Entre ellas, la mía.
Siempre.


- Dedicado a Eishtar.

domingo, 23 de octubre de 2011

Profundidad Abisal




Leo el GPS de mi muñeca. Las coordenadas son correctas. 
Paro el motor de la Zodiac, tiro la boya al agua, compruebo la carga de las botellas con el manómetro, me ajusto el equipo y, de espaldas, me sumerjo.
Lentamente, voy respirando para acostumbrarme a la profundidad, tapándome la nariz a intervalos para regular la presión del oído interno.

Bancos de peces pasan rozándome, curiosos por el nuevo inquilino de su bello hogar.
Les imito y me deslizo como ellos, sólo moviendo las aletas, abajo, abajo, casi en vertical.
Desciendo hasta el fondo marino, que continúa hasta un cortado, 30 metros delante mía.

Miro el profundímetro, según voy acercándome a la sima. 
Me asomo al borde. 
Hasta aquí puedo llegar. Si continuara descendiendo, sería mortal de necesidad.

Sigo avanzando, atento a la aguja del profundímetro, y supero el borde, desplazándome en línea recta, sin descender ni un metro.

Miro hacia la profundidad abisal, hacia ese mundo sin explorar, que me llama y me atrae, pero al que no puedo bajar.

De pronto, algo sube hacia mí. Viene en línea recta. Se mueve como un pez, pero es demasiado grande. Consigo verlo mejor según se acerca. 

Le echo mano al cuchillo, me preocupa que sea un depredador y me haya confundido con una presa, pero quiero ver al menos de qué se trata.

La sirena sube y me abraza, me coge de la mano, y me hace un gesto para que la siga.
No sé porqué, me da confianza su tacto.
Oigo un dulce canto, que sale de ella, y la sigo, abajo, abajo.

Descendemos hacia el fondo, miro el profundímetro, pero ha dejado de funcionar. 
El aire de la botella no se agota, aunque hace más de una hora que debió haberse acabado. 
Ahora que me fijo... el reloj también se me ha parado.

Me conduce hacia una oquedad en una roca, donde está su hogar. 
Hoy tiene necesidad de conversar. 
Allí abajo el tiempo no existe.
Sólo existe la amistad.


- Dedicado a una sirena de la Maragatería.

Mercachifles

Respeto:

Una palabra caída, fuera de la moda y del tiempo, denostada como algo pasado, en aras de lo comercial, de lo que se vende...

Anteayer, un hombre murió en un horrible accidente de conducción... y justo después de mostrarlo, el presentador de la sección de deportes del telediario trataba de vendernos un seguro para el coche.

No hubo lamentos por su pérdida, ni por el dolor de su familia, no sabemos qué edad tenía... sólo lo vimos morir en directo, porque era lo que querían que viéramos, lo que les convenía que viéramos... para luego vendernos lo que quieren que compremos.

Es por eso que cada día me gusta menos la televisión, ni siquiera los "informativos" dan información.

También hace tiempo que no me acerco a la feria de antigüedades que suelen poner en Torre Pacheco cada año... porque las antigüedades en sí, me gustan, pero cuando veo expuestos y a la venta uniformes de soldados de varias guerras y distintos bandos... siempre me pregunto si me gustaría que alguien comprase el uniforme o los efectos personales que llevó mi abuelo en la guerra civil... y la respuesta es siempre la misma... no.

Por eso no quiero nada de ese hatajo de asquerosos mercachifles, capaces de comerciar con la muerte, sin respeto por la vida ni la memoria de los que ya no están, ni por la pérdida y el dolor de sus familias.