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lunes, 7 de febrero de 2011

Pasaje


Relajado, me concentro, y una lengua de fuego me llama:
susurra más allá de mi oído interno, detrás, en un rincón olvidado del cerebro.
Me mareo y paso directamente, sin preámbulos:
la Señora de la Llama me ha traído al tiempo del fuego.

Una silueta femenina de largos mechones negros se balancea, frente a mí,
adelante y atrás, adelante y atrás, agitada desde atrás por otra silueta de mujer,
como un sonajero pretérito capaz de distraer
a ese niño egoísta e insaciable: Dolor.

Son ellas. He vuelto. Tiempo atrás, desde que conocimos el fuego, existen.
Son la mujer medicina y su paciente. Son la partera y la que ha de parir.
Siguen un patrón rítmico, creando una imagen del subconsciente.

Entonces, la oigo: la lengua del fuego, que
me habla con palabras que no pueden ser pronunciadas
por garganta humana. Me es dado traducirlas, y al pronunciarlas,
completo el patrón. El ritmo sigue, yo estoy en mi sitio, cerrándolo cuando sale.

Ahora yacen, exhaustas tras volver del pasaje.
El silencio se cierra y la lengua de fuego crepita.
La Señora nos concede el descanso.

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