Ayer se plantó delante mía, el pelo revuelto y estos grandes ojos marrones, llenos de vida.
Hacía veinte años que no lo veía tan de cerca, tan próximo.
Nos fundimos en un abrazo, y volvimos a ser uno.
Lo recuerdo bien: ese chaval que no podía ni subir la cuerda del gimnasio, que siempre
se quedaba atrás, hasta que un día tuvo el tiempo a su favor, y no en contra,
y siguió corriendo...
Incluso cuando todos sus compañeros se habían parado, exhaustos, él seguía corriendo,
detrás de uno que jugaba de ala pivot en el equipo de baloncesto, y que sólo le sacaba
200 metros de ventaja...
Y siguió corriendo, no por darle alcance ni por ganar,
sino porque era feliz de estar vivo y corriendo...
libre... igual que un lobo...
Ayer aquel muchacho volvió a correr conmigo...
A correr el qué?... una juerga?... jajaja...broma.
ResponderEliminarSon bonitos algunos reencuentros.
Un Abrazo.