Pueblo antiguo, no te olvides de tus guerreros,
los más valientes y capaces, los que vinieron a trabajar mundos nuevos.
En tu cara están marcadas las curvas de ese camino de piedras,
en tus ojos llevas la luna que te alumbra por las noches,
en tu alma la luz del sol que susurra a las tierras al pie de las montañas.
Mas tu corazón está al mismo tiempo en dos lugares,
cada uno en un extremo de los mares.
Has venido para cuidar a tus hijos,
pero el linaje de tu sangre te duele desde lejos.
Obedece a tu espíritu, no sientas desazón:
pues en cada empresa pones alma y corazón.
Vuelve o quédate, en buena hora,
y no temas, pues la Señora de la Montaña os protege ahora.
- Dedicado a mis amigos de allende los mares, porque la morriña no es un sentimiento gallego, también la siente quien cultivaba sus tierras bajo la mirada altiva del Cotopaxi...
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